11.4.09

Madrid ya no es "provinciana"

Un reportaje del periódico 'The New York Times' asegura que, tras años convertida en un gigantesco solar en construcción, la capital de España ha recuperado su humanidad

ELENA G. SEVILLANO - Madrid - 10/04/2009




Madrid ya no es "provinciana". Ni la "hermana aletargada" de Barcelona. Ahora la capital -sí, sí, esa en la que pierden ustedes media hora diaria en atascos, la que tiene un parque de bicicletas irrisorio, la de las calles con aceras estrechas y las zanjas por doquier- es "una ciudad para paseantes". Lo dice The New York Times en la primera frase de un reportaje publicado el 8 de marzo dentro de una serie de miniguías de viaje para descubrir ciudades en un fin de semana. Pero Madrid, sigue la autora del artículo, Elaine Sciolino, no siempre ha sido tan idílica. Ni su alcalde un enamorado de los paseos. Durante los últimos cinco años, Gallardón ha convertido la ciudad en un "gigantesco espacio en construcción", dice la periodista. Y si esa obra perenne, ese "lavado de cara", ha quedado en suspenso, no es porque el regidor haya querido dar tregua al sufrido madrileño, sino por "la recesión y el final del boom inmobiliario".

La última vez que el diario neoyorquino dedicó a Madrid uno de los reportajes-guía titulados 36 hours in..., hace más de dos años, fue para calificarla de "hermana aletargada y provinciana de Barcelona". Esta vez no hay comparaciones. La ciudad aparece retratada como una capital interesada en el arte más vanguardista -el artículo recomienda una visita a Matadero Madrid-, monumental -la cúpula de San Francisco el Grande es mayor que la de la catedral de Saint Paul de Londres, afirma- y donde se come bien y se hacen buenas compras.

"Madrid siempre ha tenido muchísimo que ofrecer", dice Victoria Burnett, periodista de 39 años de The New York Times en Madrid desde hace dos años y cicerone de Sciolino, que vive en París. "Creo que aquel artículo se refería a la percepción que tenía mucha gente de que la ciudad pasaba inadvertida y todos los turistas iban a Barcelona o a las costas. Pero Madrid ha cambiado mucho su perfil".

Tanto que en este reportaje ya no aparece ninguno de los tópicos del anterior, como que "los madrileños creen que la noche es la parte más importante del día". Ahora, dice Burnett, han tratado de recomendar visitas a "lugares menos obvios, que no salen en las guías" y huir de "esos restaurantes cerca de Sol que son para turistas".

Nada que ver, por ejemplo, con El Mollete, una taberna con solera donde Tomás Blanco, el dueño, se sienta a tu lado a leerte las tapas del día. "No sé por qué vinieron. No somos tan conocidos", se extraña. En sólo una semana se presentaron en su local, una antigua carbonería en la calle de la Bola, dos docenas de clientes americanos. "Algunos llevaban el recorte en la mano". Huevos rotos, molletes, croquetas... Cena por menos de 20 euros por cabeza; menú a 10. "Nos han llamado mucho del Palace. Son buenos clientes. Se comen lo que les pones. Qué remedio, aquí no sabemos inglés".

"Tenemos reservas desde Estados Unidos para dentro de dos meses", cuenta Juan Carlos Ramos, chef y propietario del restaurante La Gastroteca de Santiago. Y muchos clientes madrileños que también leyeron la recomendación del NYT. "Pensamos que iba a tener más repercusión fuera que aquí". El texto asegura que Ramos "hace magia" en su cocina y avisa: "Los turistas todavía no lo han descubierto".

Además de comer, en Madrid hay que pasear. Mejor prescindir de las arcadas de la plaza Mayor -"llenas de imanes de nevera con bailaoras de flamenco"- y dirigirse a la plaza de la Paja, al jardín del Príncipe de Anglona o al Museo de los Orígenes-Casa de San Isidro (plaza de San Andrés, 2). Y mejor también obviar el parque del Retiro para acercarse al Real Jardín Botánico. Allí "no te abordarán los perros (no están permitidos)", "no tendrás que vigilar el bolso" y "la entrada cuesta dos euros, así que nunca está lleno".

El Museo del Prado sigue siendo visita obligada. Pero hay más que "grecos, velázquez, goyas y boscos": la nueva cafetería es ideal para "tomarse un cortado", la ampliación merece una visita, y no hay que perderse el Cristo muerto sostenido por un ángel, de Antonello da Messina, o los paisajes de Patinir. "Pudimos preguntar a los conservadores por sus obras favoritas y menos conocidas. Fue un lujo", comenta Burnett.

En lugar de Serrano y alrededores, el NYT recomienda ir de tiendas por la calle del Almirante. Postales en Almirante 23, ropa en Laura Caicoya y alpargatas fashion en Castañer. Y por la noche, una copa en la coctelería de Fernando del Diego o en el Café Central, donde "todos parecen ser el tipo de gente que te gustaría conocer, aunque algunos fumen". Y para "flamenco sin adornos", el Cardamomo, un lugar en el que el baile es "crudo, sudoroso y divertido". Y donde "dos percusionistas se sientan en cajas de madera que también sirven como instrumentos".

"La humanidad de la ciudad se ha restablecido", dice la crónica a propósito de las obras que Gallardón ha tenido que abandonar. "Hace un par de años era terrible", recuerda Burnett. "En todas las aceras ponían cables de banda ancha. ¿Y el ruido? Era increíble. En cada portal había alguien haciendo reformas". ¿Madrid para paseantes? Nadie lo diría ahora que media plaza de Ópera está levantada, la calle de Fuencarral llena de zanjas y la Puerta del Sol vallada y patas arriba. El dinero del plan Zapatero acaba de devolver las obras al centro de Madrid. "Bueno, sí, quizá si escribiéramos ahora el reportaje habría que cambiar eso...".

http://www.elpais.com/articulo/madrid/Madrid/provinciana/elpepucul/20090410elpmad_1/Tes